Paola apenas acaba de cumplir sus 15 años y ya está marcada, en buena medida, como consecuencia de su propensión a pasar largas horas en las redes sociales y a navegar por los distintos canales de internet sin supervisión de sus familiares adultos.

Resulta que uno de esos días en los cuales se extasiaba en el entorno digital, apareció la solicitud de amistad de un presunto chico de su edad, agraciado y con proyectos similares a los suyos. Ese fue el preámbulo de una supuesta historia de amor, terminó en engaños y abusos sexuales.

Los padres se resistían a creer cuando les contó su “buena suerte” y hasta bromearon con que tendrían a una gran artista en la familia, solo que debía cuidarse de no caer en una trampa. El perfil que la contactó era de un adolescente, con una eventual trayectoria en el modelaje y “no había nada malo en eso”. Poco más de una semana después de intercambiar mensajes, quedaron en encontrarse en un parque cercano a la vivienda de Paola y de ahí irían a ver a la “mentora” de quienes como ellos deseaban hacer carrera en las pasarelas.

Todo transcurrió conforme con lo planeado y al cabo de las horas… o de días… Paola despertó en un cuarto lúgubre, con un viejo sobre ella, babeándola y diciéndole todo tipo de palabras horribles. No podía zafarse, tampoco correr como hubiera querido, su cuerpo estaba sin fuerzas. Hasta que el sujeto se levantó y le tiró unos billetes en la cama antes de marcharse. Era la primera impresión de lo que sobrevendría: jornadas interminables de hombres que incluso la golpeaban, la entrada constante de la “mentora” a “supervisar”, medios aseos obligados y “unas pastillas extrañas cuyo nombre nunca supe”.

Apenas tuvo conciencia de su realidad el día en que llegaron unos agentes armados y la obligaron, con otras chicas y chicos a los cuales nunca había visto, a montarse en un bus, bajarse en una estación policial, dar algunas declaraciones y, tras varias horas, dejarse caer en brazos de sus padres.

La pesadilla apenas comenzaba. A todo lo malo que había vivido se sumó el tratar de reconciliarse con ella y con sus familiares, compañeros de escuela y vecinos. Todos la miraban como si fuera un ser extraño, al cual le sonreían para luego cuchichear cuando se alejaba. Sin embargo, Paola aprendió que no era la única expuesta a tan cruel experiencia.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) asegura que muchas niñas y niños son vulnerables a las redes criminales que operan en entornos digitales tratando de captarlos para la explotación sexual con fines comerciales, la pornografía o trabajos de riesgo de todo tipo. Y es que, aunque internet ofrece múltiples ventajas, también puede ser un espacio muy inseguro para uno de cada tres de los usuarios que desandan por su telaraña. Estos son infantes que desconocen los riesgos a que se exponen ni cómo protegerse de las estructuras nacionales e internacionales del crimen organizado.

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Fuente Consultada:

CuéntaNos Guatemala: Información confiable para el empoderamiento de la población en Guatemala

UNICEF: Para cada infancia