Este informativo trata sobre la importancia psicológica de una persona migrante y su importancia. 

Migrar es trocar el mundo conocido por uno por descubrir, por desentrañar en cada una de sus interioridades, de ahí que migrar también implique una lucha continua contra los demonios internos con tal de asimilarse de la mejor manera a nuevos espacios de relacionamiento social y a personas con miradas diversas acerca de lo que significa ser migrante.

La pérdida progresiva de identidad puede acompañar a este proceso, en el cual hay quienes procuran aferrarse a lo que las hace “diferentes” en el nuevo contexto -aunque no sea exactamente a sus formas tradicionales de comportarse o hablar en el país de origen-, en tanto otras buscan el modo de pasar casi desapercibidos y para lograr ese objetivo terminan imitando hasta el más mínimo detalle de lo que para ellos es sinónimo de la cultura que los acoge.

Las distintas formas de conducirse caracterizan al fenómeno migratorio y a los seres humanos involucrados en este. De modo paralelo, también obran de manera distinta las formas de aceptación con respecto a quienes por muchas razones siempre corren el riesgo de ser mirados como los otros o los chistosos, por sus ademanes y expresiones contrapuestas a las de los nativos.

La tolerancia, entendida como el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias, no siempre prevalece en medio del proceso de inserción de quien debe acomodarse a otro ámbito para sobrevivir y, por consiguiente, los temores se destapan.

Más allá del recelo ante los niveles de inseguridad ciudadana o la posibilidad real de ser atacado en cualquier esquina por un delincuente común, de modo similar a como pudiera ocurrir en su país de origen, la persona migrante carga en su mochila con el miedo al otro que lo desprecia por ser diferente o lo trata de minimizar por celos ante quien puede llegar a desplazarlo de cierto espacio de poder, de cualquier naturaleza.

Las campañas mediáticas controversiales promovidas por algunos gobiernos o prensa poco contribuyeron a barrer con esos desequilibrios y la población migrante sigue enfrentando a veces el miedo al rechazo transformado incluso en agravios directos en espacios públicos.

No obstante, hay quien insiste en que más allá de los miedos, y del hecho de que migrar tiene muchas connotaciones positivas y negativas, el mayor privilegio que conlleva es vivir dos vidas diferentes y enriquecedoras desde cualquier ángulo que se le mire.

Migrar puede ser para muchas personas llegar a un lugar fabuloso, donde la comida o la falta de libertad ya no sean limitantes en esa búsqueda incesante de la felicidad en la que estamos inmersos todos los seres humanos, pero también puede ser un detonador recurrente de esa sensación de que se tiene partida el alma y el corazón en dos lugares. Primero, el lugar que te vio nacer, el que llevas en el alma y donde están los tuyos; y, en segundo lugar, está tu alma en el lugar que te acogió y donde creaste nuevos vínculos que tributan a tu crecimiento. Y esa paradoja, nunca deja de ser un gran desafío.

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Fuente: 

Cuéntanos.org Migración