“Yo nunca pierdo; o gano o aprendo”, expresó el reconocido luchador contra el apartheid y filántropo sudafricano Nelson Rolihlahla Mandela, quien tuvo que enfrentar una prisión injusta por más de 27 años, primero en la isla Robben y después en las prisiones de Pollsmoor y de Víctor Verster.

La experiencia terrible del encarcelamiento, así como la migración o cualquier otra que sacuda la vida de un ser humano, obliga a este a reconfigurarse y a buscar mecanismos para sobrevivir al impacto y extraer lo mejor de ese pasaje oscuro. En este artículo informativo podrás conocer más acerca de la resiliencia y su importancia en la población migrante.

Las personas resilientes

Mandela, quizás sin pretenderlo, legó a la humanidad una definición clara de lo que implica ser resiliente, es decir, poseer una capacidad fundamental que deben cultivarse desde edades tempranas para estar en condiciones de afrontar las adversidades sin desmayar en el empeño de alcanzar una meta o propósito.

Cada dificultad entraña también una posibilidad de aprendizaje. Sacar el mejor partido a esa parte de lo negativo es ganar siempre. Quien lo logra, avanza tanto en lo personal como en lo profesional. Las personas resilientes siempre motivan a otras con su actitud, puesto que logran mantener la calma en situaciones de tensión, aprenden de una dificultad que sienten que no merecen, usan el humor cuando algo no sale bien y van en busca del crecimiento individual cada vez que todo parece ponerse en su contra.

Estos seres no son excepcionales, sino inspiradores para el resto, porque asumen que a lo largo de la vida todos estaremos expuestos a situaciones de sufrimiento de múltiple naturaleza y frente a ello son conscientes de que se trata de procesos momentáneos por los cuales hay que transitar de forma positiva y constructiva; saben gestionar las emociones, son realistas, restan importancia a aquello cuya solución está fuera de su alcance y se relajan en momentos complicados. Asimismo, no desmayan y se proponen nuevos retos, procuran derribar barreras autoimpuestas y exploran en el camino posibles facultades hasta entonces desconocidas de su personalidad.

Ser resiliente ante los problemas

Los problemas son oportunidades para retarse y redescubrirse, para eso es esencial tener autonomía y confianza en sí mismo. Esto permite desechar la impotencia respecto a un asunto que puede generar estrés y malestar. Ser resiliente también es cultivar la empatía, saber ponerse en el lugar del otro y hacerse una idea de cómo se puede sentir. Si eres empático, separarás pensamiento de acción y te acercarás humanamente a quienes pueden estar teniendo un problema similar o diferente al tuyo.

Las personas resilientes aceptan la incertidumbre, tienen conciencia del presente y disfrutan de cada segundo de felicidad que brota en medio del caos y, lo mejor de todo, es que todos los seres humanos podemos desarrollar la resiliencia.

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